Por Flora, Julián y Anunciación.
Nueve meses de vivir y trabajar en Pedernales nos han dejado muchas valiosas experiencias y lecciones. No ha sido siempre fácil, ya que hemos encontrado muchos obstáculos en el camino, pero a través del trabajo en equipo, y a través del apoyo de la gente local, se ha podido avanzar de manera efectiva. SIn duda, el poder tomar un ceviche y un batido al lado del mar ayudan a mantener la cordura.
Laboralmente, hemos podido colaborar con muchas instituciones en diversas actividades. Por la parte del mundo de las ONGs, hemos podido trabajar al lado de UNICEF, ADRA, y un poco con CARE y Plan Internacional. En general, el apoyo de dichas organizaciones ha sido positivo, y al tener intereses que se complementan, el trabajo ha sido fructífero.
Asimismo, hemos entablado buena relación con actores públicos al participar en la planeación y ejecución de simulacros en el cantón. El Cuerpo de Bomberos, la Policía, los Salvavidas, el Ministerio de Educación, el de Salud, la Unidad de Gestión de Riesgos del GAD y muchos otros actores públicos nos han recibido con los brazos abiertos, aunque por diversos motivos no hemos podido ejecutar gran parte de las actividades que teníamos pensadas realizar con ellos hasta el momento. La rotación constante de los trabajadores de las instituciones públicas del Ecuador ha impedido que en ciertos momentos haya una continuidad de nuestro trabajo con algunos funcionarios. La inexperiencia en el sector de la Gestión de Riesgos de las organizaciones que representamos también ha ralentizado nuestro trabajo, haciendo más difícil nuestra presencia en ciertos eventos. Pero a pesar de todos los inconvenientes, nuestra motivación ha hecho que queramos mirar hacia adelante y seguir sumando. La principal lección aprendida hasta ahora es que la paciencia debe ser nuestro mayor don.
Vivir en Pedernales puede ser muy tranquilo, aunque bien es sabido que siempre hay que andar con cuidado. Como aquí se dice: “no hay que dar papaya”. La ciudad no es muy grande, se puede caminar a todas partes, y en general, solo se llena de gente en los días feriados. El poder ir a la playa al final de un día estresante, y no encontrarla repleta de gente ni de basura, es bastante tranquilizante. La oferta gastronómica es relativamente buena ya que existen restaurantes en el malecón en donde se pueden comer todos los platos típicos de la costa. El único pequeño problema es que al no haber agua potable en la ciudad, debes elegir bien el lugar donde comer para que tu estómago no se convierta en un criadero de bacterias.
Como en todo lugar, siempre hay cosas buenas pero también inconvenientes. El encontrar una casa acorde a las condiciones establecidas no fue nada fácil.La falta de actividades organizadas abiertas al público, ya sean clases de yoga, salsa, o entrenamientos deportivos, hace un poco monótono nuestro tiempo libre. Tampoco existen cafeterías y lugares tranquilos en donde tomar un refrigerio sin tener que estar sujeto a música a altos volúmenes. El ruido de los automóviles y las motocicletas es una molestia constante, así como los gases contaminantes que desprenden, pero es algo a lo que ya nos hemos tenido que acostumbrar.
En realidad Pedernales ofrece mucho trabajo para nosotros, ya que no se pueden dar más de dos pasos sin encontrar resquicios producidos por el terremoto el 16 de abril del 2016, y nos recuerda para qué hemos venido. Pero no hay que olvidar que de todo se saca algo bueno y tras una semana de mucho trabajo, el poder acostarse sobre la playa es un lujo que no todos tienen.